Cada vez parece más claro que el turismo de calidad en Asturies pasa por implicar al visitante en la cultura sidrera, porque ¿quien puede presumir de conocer Asturies si no probó en condiciones la sidra?
El turismo es un arma de doble filo para la sidra. Nadie duda de que es necesario que cualquier visitante que llegue a Asturies salga de aquí conociendo los conceptos más básicos de la sidra. Tampoco se puede obviar el poder dinamizador y difusor que tiene el turismo a la hora de dar visibilidad a nuestra sidra.
Sin embargo, ningún asturiano/a puede olvidar esos culinos posados eternamente sobre la mesa, esa sidra bebida a sorbos como si fuera un Rioja o la insistencia en beberse hasta la última gota de la madre o pedir que se les sirva la sidra helada.
Tampoco podemos dejar de lado la influencia que los turistas están teniendo sobre nuestros propios hábitos sidreros. No se puede negar su contribución a la difusión del “taponín”, accesorio que teóricamente ayuda en la puntería pero que, si no se escancia, no sirve absolutamente de nada; y recientemente, con su desconocimiento de la cultura sidrera, han causado el impensable debate sobre la posibilidad de vender sidra por culetes, ni siquiera de tonel, sino de botella, dejándola abierta y empezada indefinidamente, con el menoscabo de calidad que ello implica.
Preguntamos a algunos de nuestros chigreros cuál es su experiencia personal con los turistas, qué grado de interés muestran por la sidra y si les gusta. De paso, nos cuentan algunas anécdotas.