Las llamadas “tapinas de barra” son una excelente opción tanto para probar distintas elaboraciones como para nuestros bolsillos.
LA SIDRA.- Hemos dejado atrás ya el verano –bueno, eso dicen porque verano, verano… tampoco lo sentimos demasiado–, y ahora ya llega un pelín de frío. Esta época a mí me encanta, en especial porque soy muy muy fan de dos cosas: en primer lugar, de los caldos de pita o marisco que empiezan ya a poner en las sidrerías, y en segundo, porque los cocineros se ponen manos a la obra para preparar los mejores… ¡guisos de cuchara! Mi padre suele decir: en el sur se fríe, en el centro se asa, y en el norte se guisa. ¡Y en Asturies vaya cómo!
Pero claro, sobra decir que debido a lo contundente de estos platos, hace que sea difícil poder probar varias elaboraciones de una misma tacada. Aunque bueno, eso antes, porque ahora estamos viendo que cada vez más que se pueden pedir “tapinas de barra” por un módico precio para que podamos pedir dos o tres si vamos a una sidrería en compañía de nuestra gente. Y claro, como no puede ser de otra manera, la mayoría van acompañadas de una botellina de sidra. Pa que todo salga redondo oiga.
Pues hoy les voy a recomendar una de estas “tapinas de barra” que tanto al mozu y a mí nos encanta, y esa es… el picadillo con queso de El Buen Yantar (Casimiro Velasco, 11, Xixón). Pufff, ya sé que no hay que pasarnos con estas cosas, pero un día es un día y todavía no me pongo a pensar en la operación bikini 2018. La tapina es bastante curiosa, el picadillo está muy bien de sabor y, todo hay que decirlo, no repite. Asimismo está perfectamente lograda la integración del queso azul y las patatas, que, como siempre aquí, las preparan como en casa. El precio es de 5 euros más la ración de pan que cuesta 1, y creedme el pan se utiliza porque es imposible no mojarlo en la salsina que va quedando en la cazuelina.
Y no me puedo ir sin recomendar otra de estas tapinas, esta ya más “light”. Los mejillones a la vinagreta están buenísimos. Paco, el propietario, siempre está al tanto de tener buen marisco, y cuida cada detalle, desde el bogavante, hasta, como en este caso, el mejillón. Los de la tapina están gorditos, en su punto –ni pasados, ni crudos–, y la vinagreta es muy suavina pero sabrosa. Además esta sidrería me encanta por cómo está decorada, es de ambiente rústico, con las paredes a piedra vista y con el tan acogedor ambiente de los chigres de antaño, aunque eso sí, su clientela abarca todas las edades.