La nueva normalidad sidrera está resultando más difícil de lo que se habría pensado. A los problemas económicos y las limitaciones y dificultades que está suponiendo la adaptación a las disposiciones sanitarias, hay que sumar un incremento del riesgo para los profesionales de la hostelería que en estos días de verano atienden a un turismo proviniente de regiones con una alta incidencia del coronavirus.
Por otra parte, la sensación de provisionalidad generada por la insistencia en los posibles rebrotes, por más que la situación asturiana sea afortunadamente privilegiada hasta la fecha, y el reiterado anuncio de una nueva oleada de la pandemia allá para setiembre-octubre, crea una situación que en nada ayuda a la normalización social, y hace aún más meritorio el papel del conjunto del sector sidrero, desde los pumareros a los chigreros. Si a ello sumamos la falta de apoyo institucional, el comportamiento del sector alcanza niveles de heroismo. ¡Qué diferencia entre los 50 millones de € con los que el gobierno vasco subvencionó a sus llagareros para paliar los efectos del coronavirus y la ausencia de cualquier apoyo económico a sus homólogos asturianos por parte del “Principado”!
Y es aquí donde hay que destacar la fuerza del sector, cómo se ha reinventado en estas difíciles situaciones, su apuesta por la venta online de sidra, la adecuación de las sidrerías, los ingenios para aumentar la efectividad sanitaria y prevenir los posibles contagios… expresiones de la voluntad ya no solo de ser, sino de seguir siendo, máxima expresión de identidad y vitalidad.
Y en este seguir siendo no podemos sino destacar la celebración alternativa del Festival de la Sidra de Nava, que se ha negado a dejarse vencer por la pandemia, y ha buscado formas propias y originales de expresarse; el “Axuntábense” de la Buena Cofradía de los Siceratores, que han celebrado extremando precauciones, pero con éxito o; la propia DOP Sidra de Asturies, que en los últimos meses está desarrollando una actividad incesante, en la que destaca tanto la cantidad de iniciativas desenvueltas como el calado de las mismas, social y profesionalmente.
Ese dinamismo es nuestra garantía de futuro y lo que constituye hoy por hoy nuestra esperanza.