Editorial
Parece imposible encontrarnos en un mes de agosto sin nuestras fiestas de prau, y sin eventos sidreros, y todavía tenemos que estar agradecidos a que el fin del estado de alarma haya permitido la reapertura de sidrerías y merenderos, con todas las limitaciones que se quieran, pero abiertos.
Lo cierto es que frente a la inseguridad que genera la evolución –y gestión- de la pandemia, el sector no solo ha respondido con responsabilidad e imaginación para implementar las medidas de protección sanitaria, sino que está demostrando una capacidad inmensa para reinventarse y para mirar el futuro con tanto optimismo como sentido común. Sin alharacas ni estridencias, y sí con un pulso firme con el que se está saliendo adelante de una situación para la que nadie estaba preparado, y que ya se ha cobrado su factura con algunos fallecidos en el mundo de la sidra –a los que aprovechamos para recordar-, con algunos establecimientos sometidos a cuarentena y con muchas empresas en complicada situación económica.
Por supuesto, la sociedad asturiana ha respondido más que satisfactoriamente a este esfuerzo, y se ha adaptado a la situación con total normalidad, colaborando y siendo consciente del esfuerzo que se está realizando, ayudando con su actitud a mitigar el impacto socio-económico que esta situación ha generado en el sector.
Por lo demás, este año la Sidra de Asturies DOP no ha podido celebrar su Salón anual presentando la nueva cosecha de sidra acogida a esta denominacion, y se ha visto obligada a realizar un acto restringido para la entrega de las distinciones a las mejores sidras y a la pumarera del año, a las cuales felicitamos.
Pero la sidra sigue saliendo a buen ritmo de los llagares, y aunque difícilmente se recuperarán las ventas perdidas en los meses de confinamiento, lo cierto es que va quedando espacio para absorver la nueva cosecha de manzana, que aunque no será muy abundante, todo parece indicar que será de buena calidad, a la espera de ver lo que ocurre con el tiempo en estos prósimos meses.
