Ahora que estamos en plena efervescencia sidrera, en la que se multiplican los eventos relacionados con la sidra, y las fiestas y celebraciones que tienen a ésta como indispensable compañera, es un buen momento para no dejarse llevar por la euforia de lo inmediato y reflexionar sobre la situación en la que se encuentra el sector y las perspectivas que se nos presentan.
En el momento de publicar este nuevo ejemplar de LA SIDRA nos encontramos en plena campaña electoral para Asturies, los municipios y la Unión Europea, e independientemente de cuales sean los resultados finales y la composición de las respectivas insitituciones, es necesario que estas elecciones nos traigan representantes políticos que cumplan con sus responsabilidades y asuman –entre otras- la necesidad de atender a las necesidades del sector sidrero.
Y no nos referimos únicamente a la declaración por la Unesco de la Cultura Asturiana de la Sidra como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad –sin presentar aún después de más de 10 años de falsas promesas- sino a los efectos que sobre el consumo de sidra estan teniendo otras bebidas con más capacidad de marketing, la emigración forzada de la juventud asturiana, la consiguiente caida de la natalidad y la situación de precariedad social y laboral que se vive en nuestro país.
Es urgente que nuestros representantes políticos asuman esta problemática antes de que sea demasiado tarde. Es imprescindible un Plan Estratégico para el sector debidamente consensuado e inclusivo, que no deje fuera a las sidrerías, que atienda al sidraturismo, que analice la situación y fije objetivos a corto, medio y largo plazo.
Ahora mismo la sidra goza de muy buena salud. Los eventos sidreros como “Espalma la Sidra” buscan cada vez más la excelencia, y otros como la “Preba de Gascona” afianzan calidad y popularidad, mientras que las tradicionales jornadas de la sidra siguen mejorando sin perder su espíritu.
La calidad del producto va aumentando progresivamente y el reconocimientos social del mismo es cada vez mayor. Se ha avanzado mucho con la DOP “Sidra de Asturies”, y es previsible que se avance más. La sidra ya no tiene un precio único, sino que se ajusta a las leyes del mercado. Se paga más aquella sidra a la que se le reconoce más calidad, y se prioriza el consumo allí donde se trata bien y escancia mejor. El consumidor ha evolucionado, reconoce calidades y comienza a exigir más y mejor atención.
Pero todo ello no debe hacernos olvidar cual es la situación de fondo y las previsiones que existen, es el momento de planificar el futuro de nuestra sidra.