Comienza bien el año con los llagares repletos de sidra. Toneles y depósitos han sido necesarios para absorber en la medida de lo posible la estupenda cosechona del año pasado, y mientras la sidra reposa y avanza lentamente en el llagar en estos meses fríos, ya empezamos a vislumbrar lo que será la Primer Sidre l’Añu 2018 a celebrar en Semana Santa, donde las sidras prometen ser más ligeras y afrutadas.
Y dentro de los muy buenos propósitos con los que comenzar el año, y mientras el “Principado” se decide a asumir su responsabilidad en el imprescindible Plan Estructural para el Sector Sidrero, los llagareros, la principal “pata” del trípode sobre el que se asienta dicho sector, tendrán que ser de nuevo pioneros en el mundo de la sidra y avanzar en la inaplazable necesidad de diversificar el producto.
Es evidente que Asturies está sometida a un proceso de despoblamiento muy agresivo y que la forzada emigración de nuestra juventud provoca inexorablemente una disminución de la capacidad de dinamización social y consumo, con lo que ello representa para el mundo de la sidra, especialmente la natural, que se consume muy principalmente dentro del país. Al mismo tiempo, nuestros cosecheros cada vez mejoran su capacidad de producción manzanera –en cantidad y calidad- y, por otra parte, los medios técnicos permiten un mayor desarrollo de la sidra y sus derivados.
Si a todo ello sumamos la estupenda disposición del tercer elemento del sector, las sidrerías, la situación parece inmejorable cara a apostar por esa diversificación de la sidra, que ya se apunta pero que todavía resulta extremadamente incipiente. Parece imposible que a estas alturas aún no exista una oferta potente de sidra dulce, que el vinagre de sidra no acabe de ser reconocido y asentarse debidamente, que la sidre de xelu, los licores de sidra, y muy especialmente el aguardiente, sean aún marginales en nuestro país, que las sidras brut no gocen del prestigio y difusión que se merecen, que las sidras de botellín no compitan con éxito en el mundo de las cervezas, y que tantos y tantos otros productos derivados de la sidra y la manzana no acaben de salir al mercado.
Cierto que en los últimos años se han dado importantísimos avances, impensables en muchos casos, pero la versatilidad de la sidra y la capacidad de nuestros llagareros permiten seguir avanzando a paso firme. Hay motivos para ser optimistas.