Este mes de noviembre hemos pasado de la alegría de ver nuestras pumaradas llenas de manzana a preguntarnos cómo es posible que esa riqueza constituya un problema. Tanto es así que dicha problemática ha empañado la natural alegría que acompaña a la mayada de la sidra y la celebración de los magüestos, sabia y tradicional combinación de la sidra dulce y las castañas asadas.
El problema es fácil de definir, este ha sido un año bueno en manzana, un año de cosechona, como corresponde a la endémica vecería, y como consecuencia, la oferta de manzana asturiana ha alcanzado niveles históricos… pero los llagares asturianos no parecen tener capacidad o interés en adquirir una manzana que, por otro lado, resulta mucho más cara que la traida de otras partes de Europa, y son muchos los cosecheros -especialmente los más pequeños, los que compatibilizan la producción de manzana con el resto de actividad agrícola-ganadera- que están viendo como se pudre la manzana en las pumaradas sin ver forma de colocarlo en ningún llagar.
Esta claro que la vecería no es realmente el problema -puesto que se espera todos los años impares- el problema es la falta de previsión y ordenamiento del sector y la ausencia de unas líneas de actuación conocidas y aceptadas por las partes, algo que depende exclusivamente de nuestros responsables políticos, del “Principado”, que una vez más no solo no cumple con su función, sino que llega a culpabilizar a los propios cosecheros de la situación y a recordarles que estamos bajo las leyes de la oferta la demanda.
Es necesario tener claro que bajo las estrictas leyes del libre mercado la manzana asturiana, e incluso la misma sidra, tendría muy mal futuro, mucho peor en ausencia de un gobierno propio que defienda nuestros intereses y que cuente con la necesaria planificación y programación de futuro para el sector. Un país pequeño, con nuestras características orográficas y la situación demográfica a la que nos han llevado, solo tiene posibilidad de supervivencia bajo unos principios económicos identitarios donde cada elemento de la cadena productiva retroalimente a todas y cada una de las partes de la misma.
Una vez más la ausencia de un gobierno asturiano está resultando extremadamente caro a los asturianos, y otorgar un valor añadido a nuestros productos es la respuesta más lógica para paliar esta situación.
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