Desde LA SIDRA hemos querido dedicar este número al sector sidrero y en general a la hostelería asturiana, entendiendo que no solo están pasando muy duros momentos, y realizando un heroico esfuerzo para adaptarse a las nuevas circunstancias y sobrevivir, sino que se encuentran faltos del apoyo que se merecen por parte de los responsables de gestionar esta pandemia.
Por eso nos parece importante resaltar que la hostelería constituye un servicio social esencial, que no solo permite una relación social adecuada, sino que, por ejemplo, presta atención y servicio a muchas personas que por diferentes motivos no pueden prepararse la comida en casa. La hostelería no es solo ocio, como a veces se nos quiere transmitir.
Por otra parte, más allá de lo que es el propio establecimiento hostelero, supone una importantísima cadena de valor, que abarca desde el sector primario hasta el sector servicios: productores, proveedores, transportistas, limpieza, etc. por lo que la cantidad de empleos afectados es enorme y el impacto en el PIB asturiano se multiplica.
Qué decir del sector sidrero, cuando es un sector que podríamos considerar exclusivamente asturiano y que además constituye la base de la cultura asturiana de la sidra, que ha sido declarada Bien de Interés Cultural por el “Principado” y que está en vías de que se vea reconocida por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Si la hostelería merece apoyo, el sector sidrero, aún más.
La hostelería, cumple, la que tiene que cumplir es la Administración.
Pero ni en estos difíciles momentos el mundo de la sidra paraliza su actividad, la DOP Sidra d’Asturies acaba de convocar elecciones para escoger los vocales de su Conseyu Regulaor, y los pumareros se encuentran dando vida a nuevas pumaradas, sin apoyos ni subvenciones específicos del “Principado”. No se ve una apuesta clara por el sector; en cambio, y como contrapunto, el gobierno vasco subvenciona con 50 millones de euros a sus llagares y la diputación de Guipúzcoa subvenciona con 295.000 euros la plantación de pomaradas.
Por lo demás, la sidra sigue esperando en los llagares una normalidad que nos permita disfrutarla como nos gusta y nos merecemos.