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Editorial LA SIDRA 159

Editorial

El precio de la sidra vuelve a ser protagonista este mes, pero en esta ocasión vinculado a cuestiones fundamentales como la calidad del producto, la excelencia en el servicio, y su origen autóctono como valor añadido y base de la economía identitaria.

Es muy importante haber situado el debate en estos términos, porque de calidad hay mucho que hablar, y es bueno que comiencen a hacerlo los propios llagareros; porque la excelencia en el servicio, siendo generalmente buena, es mejorable y carece de apoyo normativo y formativo como consecuencia de la endémica dejadez del “Principado”; y el origen, porque siendo el consumo de productos de proximidad sustento de la economía del país, también lo es que no puede reivindicarse únicamente en beneficio propio y olvidarse cuando afecta al resto ¿Dónde se compra la manzana? ¿Dónde el diseño y la impresión de etiquetas? ¿La publicidad, el marqueting, la comercializadora? ¿Dónde está la utilización de nuestra lengua?

Para mayor complicación la nueva legislación española para la sidra, con ser mucho más positiva que la anterior, también resulta contradictoria en algunos puntos y no parece que beneficie a todo el mundo. Son complicaciones a las que tiene que ir haciendo frente todo el sector, pero especialmente los llagareros, que son los principales dinamizadores del mismo y que son los que más firmemente están implicados.

Pero con ser éstos retos importantes, el mayor problema con el que se enfrenta ya el sector es con el inasumible proceso de emigración forzada de la juventud asturiana. Las políticas aplicadas en Asturies están trayendo como consecuencia -si no es el objetivo en sí- una auténtica sangría poblacional que ha provocado que en tan solo diez años uno de cada tres asturianos entre 18 y 34 se haya visto obligado a dejar el país, una población similar a todo Avilés, pero precisamente de la franja de edad más activa socialmente y con mayor capacidad de consumo.

Cualquier planteamiento de futuro del sector debe asumir esta perspectiva a la que nos abocan: un tremendo descenso poblacional y un mucho mayor envejecimiento y una menor renta, lo que supondrá una disminución desproporcionada de la capacidad de consumo interno, que actualmente absorbe más del 90% de la producción de sidra natural.

 

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