Impresiona ver el dinamismo con el que continúa la actividad sidrera en pleno otoño asturiano: Xixón de Sidra, Festival de la Manzana de Villaviciosa, sidra casera, sidrocoles, magüestos… y una infinidad de eventos gastronómico-festivos en los que la sidra sigue triunfando, mientras los llagares están en plena mayanza, preparando la que será la sidra del 2024.
Este año, pese a contar con que la vecería jugaría a nuestro favor y esperar una cosechona de manzana como corresponde a los años impares, lo cierto es que la producción no ha sido la esperada y son muchos los llagares que han tenido –están teniendo- dificultades para hacerse con toda la manzana asturiana que necesitan, recurriendo a su importación.
Es en estos momentos cuando hay que recordar nuevamente la necesidad de un Plan Estratégico para la Sidra y la Manzana que aporte soluciones a medio y largo plazo a este problema.
Es necesario conocer la producción real de manzana, analizar cómo va a incidir a medio plazo la pérdida de pomaradas tradicionales como consecuencia de la especulación urbanística y la masificación turística, así como por el despoblamiento rural, la emigración forzada y el envejecimiento de la población.
Es necesario calcular la demanda real de esta manzana, asumiendo que la producción de sidra va a disminuir de forma inevitable como consecuencia de la pérdida del mercado potencial más dinámico y de mayor capacidad de consumo -¡un 50% de los asturianos entre 20 y 32 años están fuera de nuestro país!!- , la pérdida de poder adquisitivo y la aculturización galopante.
Y en función de esos parámetros realizar una planificación correcta, pública, transparente, evaluable y dotada del apoyo económico necesario. Con esa voluntad política, a corto o medio plazo -¿unos 10 años?- podríamos conseguir algo tan sencillo como autoabastecerse y cerrar el ciclo económico en nuestro entorno, fortaleciendo una economía circular identitaria que, a buen seguro, repercutiría de forma positiva en la dinámica económica asturiana.
Da un poco de vergüenza plantear semejantes obviedades, pero esta situación lleva decenios repitiéndose y parece que nadie quiere asumir ni el problema, ni la evidente solución al mismo.
En todo caso, lo cierto es que poco a poco toneles y depósitos siguen llenándose y que el ciclo de la sidra sigue imparable, y con él renovamos nuestros deseos y esperanzas en que la sidra que disfrutaremos el próximo año será, sin duda, inmejorable.
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