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Sidracrucis’19: Celebramos la pasión

Los esforzados penitentes culminaron con éxito la dura prueba sidrera que les llevó en solemne procesión de sidrería en sidrería y de lagar en lagar

La mañana empezó ya con ganas: media hora antes de la cita  teniamos a algún participante estrenando la pipa de sidra a los pies de Pelayo, pero no fue hasta las doce que la procesión partió rumbo a la primera parada. Antes, por supuesto, el repaso a las normas, el reparto de etiquetas del Sidracrucis y el ensayo musical con el himno oficial de la ocasión, el «Xermanín, échame un culete» en las angelicales voces de los penitentes, que retumbaría después por las calles y sidrerías de la ciudad.

En el Sidracrucis ha quedado demostrado que el gijonés barrio de Cimavilla es idoneo para procesiones, sobre todo si son sidreras, así que toda la mañana disfrutaron, con mucha devoción, de las terrazas y bares de Casa Rober, El Diablicu, La Casona Jovellanos, La Tabacalera y el Velero, con apoteósica reunión final de los dos grupos de penitentes en la terraza de El Llavaeru. En cada sidrería fueron recibidos por profesionales echadores que no les dejaron pasar un minuto de sed y por mesas de avituallamiento apiñadas de los pinchos más variados y sabrosos.

De Cimavilla, el autobús los ha llevado al Museo del Pueblo de Asturies, convertido en estos dias gracias a la X Primer Sidre l’Añu en particular catedral sidrera, donde han recibido el «pack» de refuerzo, consistente en bocadillo de chorizo y arroz con leche y el vaso oficial y donde  pudieron probar todos los palos de sidra que quisieron, hasta las cinco de la tarde, hora en que partía el autobús rumbo a la siguiente parada: el lagar de Sidra Cabueñes.

En Cabueñes no solo han degustado la primer sidra del año de este lagar -por cierto, buenísima- sino que aprovecharon las instalaciones para echar unos cuantos bailes del país e incluso algunos espontaneos se atrevieron con la gaita y el tambor. La siguiente parada, ya la penúltima, los llevó al Mallu del Infanzón, donde el cruce de la carretera en procesión tras los gaiteros y la botellona pasmó a los conductores que tuvieron la suerte de coincidir con tan solemne ocasión.

La vista del Hinchable en el  prado del Mallu hizo temer a muchos lo peor, pero afortunadamente la descomunal espicha que les tenían preparada fue suficiente para mantener la devoción dentro el bar, gracias también a las dos echadoras que no dieron descanso.

El remate a tan dura jornada ha sido en el que ya es un clásico del Sidracrucis: Casa Pepito, en Pión, donde llegaron todos los participantes en buenas condiciones y aún con muchas ganas de fiesta, como quedó demostrado con bailes, cantares y muchas risas. Lo que fueron capaces es de acabar con la impresionante espicha final, pero eso si, han hecho grandes esfuerzos por honrar la exquisita carne a la piedra que es la especialidad de la casa.

Después de tan dura jornada, los penitentes regresaron al hogar con la satisfación del deber cumplido y grandes sonrisas. Los esperamos hoy en la Primer Sidre l’Añu, que el día pide sidra.

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